Porque la música transmite más que cualquier cosa y te hace sentir más que cualquier cosa

lunes, 8 de octubre de 2012

Mírame

Mírame. Date la vuelta y mírame. Date la vuelta y vuelve, por favor.
Y aquí estamos otra vez, rogando que alguien te mire.
Cuando quieres que alguien te mire no importa ninguna otra mirada. Tú quieres ESA mirada y ninguna más.
Pedimos a gritos, desesperadamente, que abran sus ojos y nos miren, que nos vean, que vean nuestro dolor y nos comprenda.
Hacemos grandes esfuerzos para no necesitar de nadie, para no necesitar de una mirada para existir.
Pero somos esclavos de esa mirada, la necesitamos, como el aire.
Hacemos cualquier cosa para atraer esa mirada. Intentamos ponernos en el campo visual del otro, quisiéramos tener un reflector que nos ilumine, quisiéramos brillar para ser mirados.
Lo curioso es que los ojos que mas nos obsesionan son los que no nos pueden mirar.
Pero la mejor mirada no es la que se nos niega, sino esa mirada que no vemos, la que ignoramos distraidamente. Esa mirada inesperada, fuera de todo calculo. Esa mirada que nos ve cuando no nos sentimos mirados y por lo tanto nos mostramos mejor. Una mirada capaz de atravesar la mascara y ver lo que hay detrás.
Es imposible pedirle que nos mire a una mirada vacía, vaciada.
Pero lo que eramos o no, somos esclavos de esa mirada, porque todos somos luces apagadas que solo se encienden cuando alguien nos mira.

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